lunes, 27 de abril de 2015

Adiós, amigo.

Oí a las golondrinas,
me despertaron con su dulce cantar.
Y al abrir mis ojos lo pude contemplar.
a través de mi ventana
alto y majestuoso
se dejó ver un ciervo miedoso,
de pelaje pardo
y ojos brillosos.
Quise saltar
para poder aterrizar
sobre el lomo del animal.
Y huir, huir lejos de allí,
ser libre al fin.
Un estruendo me sacó
de mi ensueño.
Y al volver a mirar
mi alma se murió dentro
dentro de mí,
por ver así
a mi querido amigo.
Tendido en el suelo
bufaba el ciervo,
sangrando.
Mis ojos se inundaron
de rabia y odio.
Me metí en cama
y ahogué sollozo.

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