martes, 19 de mayo de 2015

Un café, por favor

He de confesar que no me sentí del todo cómoda haciéndolo ya que, bueno, nunca antes se lo había pedido a nadie. Jamás llegué a pensar que llegaría aquel momento a mi vida. Siempre supuse que moriría sola y rodeada por miles de gatos a los que tiraría al a cara de mis vecinos mientras murmuraba palabras extrañas en un idioma inventado por mí, algo por el estilo de la loca de los gatos de los Simpsons.
Llegó el momento. Me acerqué un  lunes de abril a su cafetería, me encaminé hacia ella, esperé a que terminara de atender a los últimos clientes y, antes de darle tiempo para enfocar su preciosa vista en mi tembloroso rostro y sonreírme al tiempo que agarraba su café con leche entre las manos, se lo propuse:
_ ¿Quieres... salir... con alguien como yo?
Me miró sorprendida. No sabía interpretar si eso era una buena o mala señal. Al rato decidí verlo negativamente: no estaba dispuesta a aguantarme y no lo decía por educación, estaba claro.
Con los ánimos por el suelo me volteé silenciosamente mientras caminaba con pasos lentos pero decididos hacia la entrada, por siempre convertida en salida.
_¡Espera!. me llamó.-¿No me vas a dar tiempo a responder?
¿Estaba dispuesta a escucharlo de su misma boca? De todas formas, ¿Me afectaría más? Probablemente no. 
Me giré de nuevo y la miré. Esta vez sonreía.
_Sí, me gustaría salir con alguien como tú- contestó.
Durante varios segundos me quedé de piedra. Definitivamente, los "siempre" pueden durar menos de un minuto.
En todo lo que llevo de vida no recuerdo ningún momento en que hubiera sido tan feliz como en aquel. Puede que cuando me regalaron el barco de Peter Pan, seguramente no.
 Era feliz. Feliz... ¡Qué sentimiento tan extraño!Era tan irreal...
Ojalá me hubiera durado más tiempo, aunque supongo que me merecía que me clavaran el puñal por la espalda, por ingenia, por ilusa.
La puñalada me ha abierto los ojos.

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